viernes, 26 de junio de 2009

Viejo, sordo, incontinente



Mi perro es bastante viejo. Casi dieciséis años. Hace casi dieciséis años iba yo zascandileando por Chueca cuando vi en la jaulilla de una pajarería un yorkie diminuto, más parecido a un murciélago que a un perro. Lo compré. Yo no sabía mucho de perros hasta entonces. Ahora sé casi todo. Tras años de estrechísima convivencia (me ha seguido con admiración en todas mis actividades diarias, sin exclusión) casi me atrevo a decir que nadie me ha querido tanto como él. No hay cariño de un hombre que se ponga a la altura de semejante enamoramiento.
Las visitas han sido testigos de la fascinación que el pequeño murciélago ha sentido siempre por mí. Me sentaba a comer y me miraba desde abajo como diciendo, "mírala, qué bien mastica". Me echaba la siesta y él se la echaba conmigo; debía de presentir el momento en que yo iba a abrir los ojos porque, cuando me despertaba, lo primero que encontraba eran los ojos negros bajo el flequillo perlado. Tampoco me quitaba ojo mientras escribía columnas, novelas, guiones, "no hay otra como ella -parecía pensar-, algún día, este país le dará el lugar que le corresponde: el Parnaso". Sé que hay lectores que considerarán pueril mi relato. Lo asumo. Si Hitchcock abominaba de rodajes con perros y niños, también hay lectores que en cuanto ven que un artículo se llena de animales, pasan la página. Que la pasen. Es una aspereza típicamente española. Ésa es una buena razón para hojear de vez en cuando la prensa internacional. El otro día, en The Washington Post, venía un extracto conmovedor de Old Dogs, de Gene Wengarten y Michael S. Williamson, un ensayo sobre la experiencia de convivir con perros viejos. Uno de los autores recuerda con nitidez el día en que sintió que su perro comenzó a envejecer. Yo también lo tengo fechado: mi perro se hizo viejo el primer invierno que pasó en Nueva York. En otoño, la ciudad le volvió loco. En contraste con los educadísimos perros neoyorquinos, el mío, iba cruzándose de lado a lado de la acera, queriendo atrapar todos esos olores a mierda de las alcantarillas, a flores de los coreanos, a esas bolsas enormes de comida que tiran por la noche y en la que, si te fijas con atención, ves moverse a las ratas por debajo del plástico negro. Pero llegó el frío hiriente, ese que te quema la cara y te agarrota las manos, y el pobre empezó a andar de puntillas como un Chiquito de la Calzada a cuatro patas. Sucumbí ante eso que hasta hacía un año me parecía una bobada anglosajona: el abriguito. Y es que un perro de Chueca no estaba hecho para esos hielos. Tampoco para los calores agosteños. Recuerdo una mañana ardiente de verano, tras hacerle andar cinco kilómetros por la avenida Madison, que el pobre se me desparramó en el charco de agua que se forma bajo los quioscos de flores y ya no hubo manera de que anduviera. Me lo llevé a casa en brazos con la pelambre chorreando. Ay, esos mis primeros tiempos de soledad. Él provocaba que me saludaran los niños y las viejas. Alguna vez que nos ausentamos de la ciudad, vivió en casa del escultor Leiro y se convirtió en un personajillo querido y célebre entre los vecinos de aquella zona de Tribeca. Sí, yo presentía que se estaba haciendo viejo. Al principio fue un cambio sutil. De joven, había sido como ese chihuahua argentino del chiste que vive en Alemania y le dice a otro perro, "yo en mi país era un dóberman". Él siempre se había considerado un dóberman. Era mi perro de defensa, no es broma. En cuanto llegaba alguien a casa esos cinco kilos se enredaban entre las piernas de la visita, que se quedaba atónita, aturdida. Pero ese espíritu chulesco se fue aplacando; a esta nueva paz contribuyeron la ceguera y la sordera. Pero en vez de reaccionar con frustración y tristeza, como haría un ser humano, mi perro viejo fue optando por la tranquilidad de espíritu. Ahora, no me cabe duda, es un sabio. En verano encuentra el rincón más fresco, en invierno el rayo de sol más sabroso; no tiene prisa por levantarse, si tú te levantas a las doce él se levanta a las doce, si tú te levantas a las ocho él se levanta también a las doce; ya no quiere alejarse más de cien metros de casa, cuando llega a la esquina, se da media vuelta y da por finalizado el paseo; prefiere dar paseíllos por el patio, como si fuera un jardinero experto, disfrutando del olor de cada hoja; y si se mea (lo que ocurre con cierta frecuencia) ya no corre a esconderse bajo el sofá con miedo a ser castigado. Cuando te ve acercarte con la fregona, te mira como diciendo, "tengo derecho a mearme, soy un viejo incontinente". Un amigo me dijo un día, "me encantan los perros, pero no los tengo porque su ciclo de vida es demasiado corto". Es cierto. Pero hay algo tan digno en su vejez, esa capacidad para convertir las limitaciones físicas en placidez contemplativa, que su actitud se convierte en una lección diaria. Cierto es que a veces echo de menos esa adoración sin límites que le hacía mover la cola sólo por el hecho de que yo le mirara. Hemos cambiado los papeles, ahora soy yo quien de vez en cuando se acerca a su cojín. Le miró esos ojos como canicas que miran sin ver y le digo, "cuánto te admiro". Y él ronronea, entiende mi admiración. Es un viejo con la autoestima por las nubes.


Elvira Lindo
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34 comentarios:

  1. Me gusto tu relato.. muy sentido el amor.. a los animales en este caso tu murciélago..

    Excelente
    Saludos
    Un abrazo muy grande

    Que tengas un buen fin de Semana..

    Besos

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  2. ... Benditos sean...

    Que mas se podria decir, en este mundo de locos...

    Un abrazo, amiga

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  3. Es que transmiten el sosiego que nos falta a nosotros, que andamos siempre corriendo.

    Es una entrada enternecedora

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  4. ¡¡Ah!! gracias princesa por compartir párpado. Quedas divina en casa

    Buen finde y un besazo

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  5. ¡¡Ah!! gracias princesa por compartir párpado. Quedas divina en casa

    Buen finde y un besazo

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  6. Los perros, no son mi aficion, pero teniendo en cuenta la cantidad de personas (por llamarlas de alguna manera) que he conocido. Creo que algun dia tendre uno... UN saludo y que Fortuna te sea propicia....
    Desde luego pido permiso.

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  7. Pues a mi me ha encantado esta entrada
    Así que supongo que te gustará lo que escribí el mes pasado
    Un abrazo, a muchos si que nos gusta las historias de animales!

    http://torredelcaos.blogspot.com/2009/05/seis-anitos.html

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  8. El Ayuntamiento de Muxía, localidad natal de Maria Amelia, ha acordado por unanimidad, en Pleno celebrado hoy, la creación de un premio con su nombre. Supone un gran paso adelante para incentivar a los mayores a seguir su ejemplo.
    A todos los que nos apoyáis de una u otra forma os enviamos nuestro más profundo agradecimiento.

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  9. Conmovedor y a la vez divertido escrito, comprendo letra por letra esa vivencia. Durante mi vida me han acompañado varios perros, a unos los he visto nacer y luego morir de viejos. Actualmente me acompañan dos, uno de ellos ilustra mi perfil.
    Un abrazo!!!

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  10. Adolfo, esto lo ha escrito Elvira Lindo, una mujer autora, entre otros, del entrañable "Manolito gafotas". Celebro q te guste.
    Feliz fin de semana a ti tambien, besicos.

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  11. Benditos sean, Antiqva, por todo lo q nos dan.
    Besicos.

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  12. A mí me enterneció, Bruni.
    Besicos.

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  13. Temujin, hola. Yo es q suelo preferir los peros a la gente, es un problema q tengo desde niña...
    Besicos.

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  14. Me encanta Elvira Lindo. La descubrí con El otro barrio y desde entonces la tengo un especial cariño, besicos

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  15. tienes la hora del blog un poco rara ¿no?

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  16. "Mientras mas conozco a los hmanos, mas quiero a mi perro" se leia esto en un rotulo escrito e la parte de atras de un camion de mudanzas.

    Creo que el perro llega ser muy fiel y te puede salvar la vida , no en vano se dice el mejor amigo del hombre.

    Me recuerda a Lassie y una perra apstor alemn que tuvieron mis primas llamada Lady.

    Saludos!

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  17. Hola, Yandros. A mi me encantan las historias de animales, porq los amo.
    Besicos, miraré tu post.

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  18. "Premio Maria Amelia", gracias a vosotros por esa maravillosa labor q haceís con la gente mayor.
    Muchos besos y adelante.

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  19. Dilman, los q tenemos o tuvimos perro entendemos este texto...
    Besicos.

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  20. Alberto, también a mi me gusta Elvira Lindo...
    Q yo sepa, no he puesto en ete blog chisme de eso q dice la hora. No sé a q te refieres, jo.
    Besicos.

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  21. Es q yo pienso igual, Roberto. Ya te digo q siempre preferí su compañía a la de las personas y eso me ha traído no pocos problemas.
    Un besico.

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  22. ¡Qué interesante! tu Nota

    muy linda !!!
    Saludos
    Un abrazo muy grande

    FdeH

    Pd: Hasta Pronto...

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  23. "Yo es q suelo preferir los peros a la gente, es un problema"

    Sara, esto te lo voy a recordar yo cada vez que me digas que te gusta George Cloony :P

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  24. Arama, jodía... Te parece q el Clooney es un animalito de compañía? ;)

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  25. Mujer, yo lo había clasificado en el apartado "gente", no en el apartado "perros", por eso dije que te lo iba a recordar, por haber comentado que sueles preferir a estos últimos.

    De todas formas, SIII, si que creo que también se puede decir de él que es un animal de compañía, y que compañía.... tan maravillosa ;) ¡ ay ! quien lo pillara, tan majete que parece, y tan guapo que es. :P

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  26. mira a la hora que se registran los post, no coinciden con las de españa a no ser que nos estés escribiendo desde el otro lado del globo, ahora son las 2:22 y en el comentario dice...

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  27. las 17:22 +15 horas uff estás por lo menos en australia

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  28. pero del día 27, luego estás por Chile jajaja

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  29. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  30. Vamos a ver, ahora es domingo 28 de junio, y son las 9.19 de la mañana. Disparo, Alberto, a ver q pone esto.

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  31. Vale, ya tengo la hora de los humanos de aquí... jejeje. Ni cuenta me había dao, Alberto, gracias.
    Arama, lo del Clonney merece consideración aparte. No es perro ni es persona: es "sueño". ;)

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