Mis bichos queridos

Prometí a Alfaro hacer una presentación formal de los bichos q podéis ver a la derecha de este blog, así q voy a ello.
Primero tenemos a Burki. Nos la encontramos una noche de invierno en la calle, después de casi atropellarla con el coche. Era una cachorrita de apenas cuatro meses a la que habían cortado los bigotes de un lado, atado una cuerda al cuello q aún conservaba, y q temblaba como una hoja cuando me tiré al suelo a cogerla de debajo del coche donde se había escondido, asustada, después del frenazo. Estaba muy sucia y apestaba, pero me atrapó con sus ojos de miel y no pude hacer otra cosa q llevármela a casa. Después de bañarla descubrí q era preciosa, tenía un pelo largo y de seda y tanto amor para dar q ni siquiera la llegada del pastor de la foto de al lado hizo mella en su cariño; adoptó a mi hijo como si fuera suyo, soportó estoicamente sus maldades de bebé y nos adoró a todos hasta q llegó su hora de partir.
Más abajo está Zorba. Se parece mucho a Burki en tamaño, pelaje y mirada, porq es su nieto. Sin embargo, Zorba estaba ocupado siempre, tenía una fijación extraña con las piedras, q le gustaba amontonar; se pasaba el día corriendo de un lado para otro, excepto cuando se colaba dentro del salón y creía ser invisible: metía la cabeza debajo de la mesa y sólo el frenético rabillo le delataba cuando nostros decíamos en voz alta, muertos de risa "dónde está Zorba, no veo a Zorba, dónde se ha ido" y él absolutamente quieto, salvo ese rabo feliz de perro q se siente querido.
Voy a saltar a Nana. Ibamos una tarde mi hija y yo por el centro comercial y la vimos con unos críos q la alimentaban. No era de nadie, estaba abandonada. Apenas cuatro meses, toda patas, con esas orejas preciosas q no se ponían bien en punta... así q se vino a casa. Nana era (es aún) un cruce de pastor alemán, así q tenía una planta impresionante y pelín de mal genio q tuvimos q domar. Zorba no se molestó por tener a aquélla intrusa en su jardín. Y se molestó tan poco q en cuanto fué posible, Nana se quedó preñada. Yo nunca había visto a un perro enamorado, pero lo de Zorba era más intenso q lo de Romeo, hasta q se acabó el celo y volvió a sus cosas urgentes.
Y de este idilio llegó Bambú. La más fea, débil y pequeña de la camada. Por qué nos quedamos con ella? A lo mejor por eso... Era protestona, cabezota, y me hacía llorar de risa, porq siempre decía (ladraba) la última palabra. A Bambú me dijeron q la mató el madito mosquito q se llevó a su padre. Nana aún resiste, Dios la bendiga.

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Yo siempre deseé un cocker, me parecen bellísimos. Así q cuando me comentó una compañera q alquien regalaba uno, me fuí zumbando con el coche a un pueblo q no conocía, por una carretera ignorada, sin tener la menor idea del sitio. Llegué a la casa y la ví y me derritió su mirada de lluvia y conduje de vuelta con ella sobre las rodillas, espantada de q me viera la poli y encantada de su peso y su olor. Jade era mi joyita, la mimada. Siempre estaba conmigo, pegada de algún modo a mi.
Entonces una amiga me regaló a Kenet. Yo deseaba un gato, porq cualquier bruja q se precie debe tener uno y porq los gatos me gustan mucho. Kenet fué una enorme alegría, pequeñajo y despeinado, tomando biberón y caminando torpemente detrás de mi donde quiera q yo fuera. Aprendió a trepar por mis pantalones y mi ropa hasta llegar al hombro, y se acurrucaba muy quieto. Había q vernos, por ejemplo, haciendo la cena, con aquél gato encaramado como un loro. Hasta q creció demasiado y se convenció de q ya no cabía. Jade y Kenet se criaron juntos y eran hermanos y compinches de fechorías y gamberradas. No he visto dos seres mas compenetrados para cargarse las macetas, destrozar el papel higiénico y volcar cualquier cosa en tiempo récord. Kenet se marchó al cielo de los gatos. Jade vive feliz y muy querida en casa de una amiga a la q se la cedí cuando mi vida se complicó y tuve q renunciar a ella.

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Q decir de Zelda y Kitiara? Las gatas de mis hijos, las q me llenan de pelos cuando voy a Alcalá. Son lo más dulce, cariñoso, juguetón y tierno del mundo; el único caso q conozco de gato q se pone panza arriba para q le rasques la barriga y q acude cuando la llamas por su nombre. Increíble.
Y por último, pero no menos importante, los hermanos Miguelín y Zeus. Dos perracos enormes, madre mastín leones, padre pastor alemán, q son los q comparten mis fines de semana en el campo. Están sin desbravar, son rústicos y tímidos con los extraños y sienten un odio profundo por un determinado rosal q no dejan de cargarse, pero... ahora son mis perros, y no puedo hacer otra cosa más q quererles. Comen en la misma proporción q nos adoran, y eso es mucho, mucho.

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Ya me temía q esto iba a salir un poco largo... Es q no podía resumir más tanto cariño, tanta alegría como me han dado y me dan. Mis bichos queridos. En mi corazón, siempre.