Va a ti mi corazón. Yo que no tengo
nada que darte, amor, te lo doy todo.
Arrópalo en tu mano y guarda en ella
pedazos de mi vida y de mis sueños.
Camino hacia ti yo, como la espuma
busca la arena limpia y muere en ella.
Galópame en la sangre y en los huesos,
multiplica tus labios en mi boca.
Sácame de lo oscuro de la noche,
revuélveme las sábanas y el alma,
brinca loca en la piel de los espejos,
reclíname en la curva de tu vientre.
Mójame en tu deseo y ven, desgarra
la voz que te persigue y que te nombra.
Recorre los rincones de mi casa
como furia de amor y primavera.
Escríbeme por cartas, telegramas,
por líneas de teléfonos, a gritos
por calles y por plazas, por mercados
que huelan a pan tierno y a claveles.
Y súbeme a cometas y a las nubes
cargadas de tormentas y relámpagos.
Llévame con los ángeles caídos
hasta los cielos grises del infierno.
Péiname el pelo y dame miel y leche
como en los viejos salmos de la Biblia.
Arréglame la ropa y dame un beso
cuando vaya a salir de nuestra casa.
Hoy que voy hacia ti y estoy cansado.
Y anda la tristeza por mis ojos.
Y nada me conforta los dolores
de esta carne vencida y derrotada.
Hoy te confieso, amor, te lo confieso:
El mañana es de tiza y está escrito
en este pobre cuerpo que te busca
para huir del dolor y de los miedos.
(Quiero dormir, como un pájaro, en tus manos,
y despertarme oliendo a abril y a vida).
Rodolfo Serrano
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