domingo, 29 de abril de 2018

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Guardar algunos momentos como tesoros, del modo aquel en que, entre las páginas de un libro, metíamos esa flor que encontramos o nos regalaron, única y especial y que, aún seca, tiene la mágica habilidad de llevarnos a un sitio, una persona, un olor, un sentimiento. 
Así guardo yo esa mañana de sábado, con la plaza repicando de su risa. 
Cuando las cigüeñas se intentaron contar, los tigres dientes de sable se movían en el monitor y descubrimos las flores azules mas pequeñas del mundo.

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