martes, 4 de julio de 2017

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La segunda vez fué más fácil.
El secreto debe estar en entrar en el túnel con los ojos cerrados, sintiéndolos pesados y ligeros a la vez como ala de mariposa.
Imaginar que hay sobre la cabeza una bóveda llena de estrellas guiñadoras y cómplices, una oscuridad de terciopelo suave que envuelve sin oprimir, sin dar miedo.
Hacer ruido de mar cada uno de los golpes sonoros, y por una extraña alquimia, acompasar ese ritmo al de las olas.
Y, por si todo eso fallara, repetir dentro de tu cabeza un poema de la infancia: Margarita, está linda la mar y el viento…

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