martes, 31 de mayo de 2016

Entre paréntesis



(Si coges un tornillo con la punta de los dedos de una mano y una tuerca con la otra, así, automáticamente, no querrás otra cosa que enroscarlos. Acercarás el uno al otro con tanta precisión como si del ensamblaje de un módulo espacial se tratara, y no más entren en contacto empezarás a girar la tuerca en el tornillo y milímetro a milímetro, mientras esta se desliza con suavidad cada vez más a lo hondo y abrazándolo todo a su paso como hace la hiedra con los muros, sentirás de pronto la extraña sensación de que todo está en su sitio. Cada estrella. Cada montaña. Cada papel que Sherlock Holmes dejaba sobre su escritorio cubrirse de polvo. Cada gota de lluvia. Cada maniquí de cualquier escaparate esperando el amor al otro lado del cristal.
Y te hace feliz la idea de que, por mucho que tires, no van a separarse nunca nunca y por lo tanto se oxidarán con el tiempo bajo el paso de los siglos y los siglos amén llegando a fundirse en una sola pieza, tan valiosa, única, e irrepetible.)

Billy McGregor


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