miércoles, 2 de diciembre de 2015

Más vale nunca que tarde







No es que sea tarde -porque ya nunca es tarde-,
pero sobran los años y me falta la vida.
Mi mundo no es tu mundo. Ni míos son los pasos
que puedan perseguirte en la noche del aire.

Es nunca la palabra más exacta y más tuya.
Es la certeza amarga de dos cuerpos lejanos,
la piel que nos envuelve los nervios y el deseo.
La derrota más dulce de una guerra perdida.

El deseo es la sombra de lo que nunca fuimos,
pesadilla lejana de los amores fieros,
cuando soñar contigo era imposible noche,
el recuerdo de aquello que jamás ocurriera.

Si pudiera beberte lo mismo que se bebe
el vino del otoño que emborracha mis sueños
y pudiera sentir en mis dedos el largo
camino hacia tu pecho y tu vientre de agua.
Tal vez, tal vez entonces rompería tus labios,
y en la piel del otoño buscaría tu nombre
Y rezarlo despacio en la tarde caliente,
mientras el mundo empieza en tu cuerpo desnudo.

Soñar, oh, dios bendito, con amarte en las noches
tranquilas del cansancio con la cena en la mesa,
y mirarte dormida en las tardes de invierno,
mientras escribo al lado estos versos de humo.

Y nada ya es verdad. Porque la vida es corta,
porque más vale nunca que llegar a tus brazos
tan tarde que ya nunca pueda amarte. Ya nunca.
Malditos sean los años que me roban tu carne.


Rodolfo Serrano

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