Mirar sus ojos era asomarse al espacio con galaxias y nebulosas. Todo el infinito en esos ojos que hoy no se cerraron, aunque ya no pudieran ver.
Qué dura, Zelda, tu marcha.
Estamos rotas. Pero tu ya vuelas libre y sin dolor por ese universo tan parecido a tus ojos. Nada te hiere. Nada te asusta.
Volveremos a vernos, princesa. Sabes todo lo que te queremos. Tenemos un agujero en el corazón.
abrazo inmenso
ResponderEliminarMuchas gracias, David.
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