domingo, 3 de enero de 2021

Una llamada


No he sido nada. Cuatro versos,
algún amor que aún dura en mi memoria,
un amor que me acompaña y que recoge
los pedazos de vida que me quedan.


Y mis calles, mis calles tan amadas,
los amigos, los libros, ciertos sitios
donde aprendí que el mundo es infinito
lo mismo que esas barras donde siempre
apoyé mi soledad y mi cansancio.


Tengo muy pocas cosas. Mil dolencias
que llevo sin paciencia y a la fuerza,
algunas ciudades inventadas,
el recuerdo del mar en una playa
que tal vez aún me espera, con los ojos
de mis nietos riendo por la arena.


Algún poeta que admiro en la distancia,
un viaje en avión al otro lado
de un océano de amigos y de sueños.
Esos trenes que van a ningún sitio.
Esos atardeceres del otoño,
de pie en el Viaducto, las mañanas
con mi bolsa de pan y mi periódico.


No tengo premios ni flores naturales.
Y mis poemas cualquiera puede usarlos,
si le sirven. Tampoco valen mucho.
No me admiten ni en ciertas camarillas
ni en tertulias y clubes literarios.


Solo soy un caminante del asfalto
miedoso aventurero de la noche,
un pobre corazón a sobresaltos,
una palabra - nada- en el tumulto.
Y soy, como otros tantos, el desastre,
los años ya perdidos en la niebla.


Mas nunca dejaría que la vida
me gane la partida mientras tenga
la soledad del tiempo en mi cartera,
un vasito de vino con amigos,
la añoranza de un verso de Pessoa,
esta luz del recuerdo de un verano
o la lluvia golpeando los cristales.


No soy nada. Lo sabes. Nada he sido.
Y, sin embargo, me siento el rey del mambo,
cuando me llamas tú de vez en cuando
hablándome de nada y tonterías.


Rodolfo Serrano

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