miércoles, 2 de octubre de 2019

Balada del hombre con Alzheimer




Huir,
no saber dónde huir,
enloquecer,
el cerebro desahuciado,
la tierra sin semillas,
los moldes de plomo,
la máscara infinita,
ciega y tuya es mi noche.

Dejarte para siempre,
evocar la noche,
las bocas,
los relámpagos,
el fruto lejano de tu piel hinchada.

Dejarte
y no saber dónde huir,
empujar la maleta,
ser penumbra,
desfallecer,
danzar con mi cerebro loco,
tierno de espinas,
escoria de hoguera y frío.

Descubrir al alba
que ignoro tu nombre,
tu nombre,
un látigo en mi alma negra,
la fiebre blanca devorando mis ojos.

No poder deletrearlo,
tu nombre,
renunciar a pronunciarlo,
tu nombre,
que mi memoria lo cante,
tu nombre,
un millón de veces más,
tu nombre.

¿Aceptar la vileza,
el desenlace,
la agonía del cerebro postizo?

No transigir;
tatuar tu nombre
hasta cubrir mi alma;
tatuar tu nombre
hasta sellar mi piel;
y cuando me desvanezca
(devorado
en la penumbra
del cerebro marchito),
estirar la piel para gritar,
esculpir la piel para recordar,
y que sea tu nombre,
al fin,
el roce de mi memoria desolada.

Una pizca de sal en los labios,
tu nombre tatuado
en mi nunca,
una reverencia breve,
salgo de mi cerebro para soñar.


Miguel Paz Cabanas


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