domingo, 28 de febrero de 2016

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                                                              (Foto de Pedro Sabalete)




Después de tu amor llegaron otros. Pero nunca
volví a sentir el dulce escalofrío de tus ojos,
la sonrisa que aún llena mis delirios,
ese cálido morir después de haberte amado.

Llegaron ellas, la piel de los amores,
animal estallido de los cuerpos. Los sudores
benditos de la carne y el plácido cansancio
de buscarte sabiendo que no te encontraría.
Barcos perdidos en los puertos de la noche,
veneno del olvido para borrar tu nombre
de todas las paredes, de las calles
donde besaste las líneas de mis manos.
Ninguno como tú. Como tu amor de hierro
y de algodón de azúcar. Ninguna como tú,
como tú eras: un desierto de zorros y de pozos,
asteroide de baobabs, de rosas y corderos.
Porque ninguna andaba como tú, no se movía
ninguna como tú cuando corrías
directa hacia mi encuentro, cuando eras
una palabra saliendo de mi boca.
Por eso en este instante, los años ya vencidos,
te convoco y lenta y muy despacio
digo otra vez tu nombre, el mejor verso
que pudiera mandarte hasta el recuerdo.

Rodolfo Serrano

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