Te miraré los ojos,
amiga muerte,
cuando acudas despacio
a buscarme la noche.
Viviré en las estrellas,
tan solas de infinito.
Quedaré en los arroyos,
para todos cantando
canciones de una nota.
Y nacerán los hombres
que han de alumbrar las manos
con lámparas de aceite.
No estaré en la lejanía,
ni libre en alguna parte,
pues seguirán mis poemas
alimentando
con leche tibia y miel silvestre.
Muerte, muerte, sé mi amiga,
pues caminas conmigo,
y has nacido y has muerto
sobre mi pesada sombra
de dudas y de días.
Pablo Guerrero
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