viernes, 24 de octubre de 2025

Epitafio


Si de algún modo muero,
en las crudas heladas del olvido
o de muerte oficial,
reléeme esta nota, por favor,
y quémala conmigo.


La vida no iba en serio ni siquiera más tarde.
Y no se tarda mucho en comprender
que se trataba sólo de unos juegos
para aparcar la muerte.

Ni siquiera fue un río
pues me tocaron tiempos muy duros de sequía
aunque el mar esperaba, siempre radiante, al fondo.


He creído en los mitos y he creído en el mar.
Me gustaron la Garbo y los rosales de Pestum,
amé a Gregory Peck todo un verano
y preferí Estrabón a Marco Aurelio.


Aurora Luque

martes, 21 de octubre de 2025

...



Hace cuatro días completé otra vuelta al sol. 
Me doy cuenta de lo afortunada que soy y no puedo sino llenarme de agradecimiento. A la vez que me desgasto, dejo partes de mí en mi gente, mi familia, mis plantas, mi ciudad; en esos árboles que amo y en cada hoja que ahora van soltando. Seguramente, el único secreto de permanecer sea ese: aprender a soltar. El tiempo va pasando deprisa, ocurren cosas que me duelen, mucho. No se si es tiempo de esperanza todavía, mi opinión sobre la mayoría de la gente no mejora en absoluto. Pero aquí sigo y se lo agradezco a quien proceda, porque poner ciertos nombres me llevaría al error. Hoy ha llovido un poco, se ha nublado, pero ahora, a pesar del cielo gris,  luce el sol. 
Aquí y ahora. Es lo único que tenemos.

viernes, 17 de octubre de 2025

...


 Meriendo algunas tardes:
no todas tienen pulpa comestible.
Si estoy junto a la mar
muerdo primero los acantilados,
luego las nubes cárdenas y el cielo
—escupo las gaviotas—
y para postre dejo las bañistas
jugando a la pelota y despeinadas.
Si estoy en la ciudad
meriendo tarde a secas:
mastico lentamente los minutos
—tras haberles quitado las espinas—
y cuando se me acaban
me voy rumiando sombras
rememorando el tiempo devorado
con un acre sabor a nada en la garganta.
   
Ángel González

miércoles, 1 de octubre de 2025

Amiga muerte (In memoriam)


 Te miraré los ojos,
amiga muerte,
cuando acudas despacio
a buscarme la noche. 
Viviré en las estrellas,
tan solas de infinito.
Quedaré en los arroyos,
para todos cantando
canciones de una nota.
Y nacerán los hombres 
que han de alumbrar las manos
con lámparas de aceite.
No estaré en la lejanía,
ni libre en alguna parte,
pues seguirán mis poemas
alimentando
con leche tibia y miel silvestre.
Muerte, muerte, sé mi amiga,
pues caminas conmigo,
y has nacido y has muerto
sobre mi pesada sombra
de dudas y de días.


Pablo Guerrero