miércoles, 11 de diciembre de 2024

Gato


A mi gato se le cayeron ya todos los dientes
y se esconde bajo un mueble bajito.
Imagino su angustia
al recordar cómo le huían las arañas y las sombras, 
cómo le temían las ventanas y los pájaros.
Perdió sus dientes
y se siente solo, siente el peso de cubeta honda 
que es el tiempo.
Sus dientes eran su compañía,
su mejor amigo,
su huella digital sobre las cosas.
¿Cómo le explicas a un gato
qué es la vejez?
¿Cómo le dices que sólo ocurre?
Que un día abres los ojos y ahí está. Eres viejo.
La identidad es algo que no se pierde
excepto con el tiempo, con la vejez, con ir dejándonos en las personas.
Mientras escribo esto
mi gato está bajo una silla, huyendo de las arañas,
escondiéndose de las sombras de los insectos que le temían, 
ocultándose avergonzado de los pájaros y las ventanas,
asustado de su nueva posición en el mundo,
aterrado de sentir sus encías deshabitadas, desalojadas sorpresivamente, 
intentando despertar y despertar;
despertar
y que sus colmillos sigan ahí, prestos, dirigentes, altivos. 
Ahora quiere volver a ser un gato
y no puede.
Ahora quiere devolverle a su hocico lo felino
y no puede,
no logra volver a ser un gato.
Y yo, que desde hace años hablo humano roto, 
intento inútilmente ocupar
en su corazón
el sitio que su dentadura ocupaba.
¿Cómo explicarle a mi gato
que la vejez no sólo te quita sueños, no sólo encoge la esperanza?
Bajo su silla, bajo la seguridad protegida de su silla, 
mi gato me explica
lo que es la vejez.

Alfredo E. Quintero, poeta mexicano.
Del libro: "Aquí podría caber todo el amor que nos tuvimos".

lunes, 9 de diciembre de 2024

Estoy demasiado cerca


Estoy demasiado cerca para que él sueñe conmigo.
No vuelo sobre él, de él no huyo
entre las raíces arbóreas. 

Estoy demasiado cerca.
No es mi voz el canto del pez en la red.
Ni de mi dedo rueda el anillo.
Estoy demasiado cerca. La gran casa arde
sin mí gritando socorro. 
Demasiado cerca
para que taña la campana en mi cabello.
Estoy demasiado cerca para que pueda entrar 

como un huésped
que abriera las paredes a su paso.
Ya jamás volveré a morir tan levemente,
tan fuera del cuerpo, tan inconsciente,
como antaño en su sueño. 
Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca. 
Oigo el silbido
y veo la escama reluciente de esta palabra,
petrificada en abrazo. 
Él duerme,
en este momento, más al alcance 
de la cajera de un circo ambulante con un solo león, 
vista una vez en la vida,
que de mí que estoy a su lado.
Ahora, para ella crece en él el valle
de hojas rojas 
cerrado por una montaña nevada
en el aire azul. 
Estoy demasiado cerca para caer del cielo. 
Mi grito sólo podría despertarle. 
Pobre, limitada a mi propia figura,
mas he sido abedul, he sido lagarto,
y salía de tiempos y damascos
mudando los colores de mi piel. 
Y tenía el don de desaparecer de sus ojos asombrados,
lo cual es la riqueza de las riquezas. 
Estoy demasiado cerca,
demasiado cerca para que él sueñe conmigo.
Saco mi brazo que está debajo de su cabeza dormida,
Mi brazo dormido, lleno de agujas imaginarias.
En la punta de cada una de ellas, 
para su recuento,
se han sentado ángeles caídos.

Wislawa Szymborska