domingo, 13 de febrero de 2022

Zelda


Se acomoda sobre mi pecho. Ronronea feliz y confiada, sabiéndose a salvo. Me doy cuenta de que vibro a su son, de que ella y yo estamos, de algún modo, en la misma frecuencia. Tantas veces fue mi enfermera, en las horas oscuras, en esa misma posición, encima de mi, mirándome atenta, sin parpadear. Pero ahora cierra los ojos en su plácida duermevela, cómoda, tranquila en su ancianidad de dieciocho años. Se ha vuelto respondona. Todo lo pide con maullidos perentorios y estridentes; tiene prisa por conseguir comida y atención. Zelda, la viejita que aún juega como un cachorro, aunque tenga una escalera para subir a la cama. Zelda, que lleva en sus ojos un universo verde, con galaxias y nebulosas. Zelda.

2 comentarios: