sábado, 20 de mayo de 2017

El amenazado




Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir. 
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. 
      La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre 
      es la única. ¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio 
      de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras 
      que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus 
      espadas, la serena amistad, las galerías de la biblioteca, 
      las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, 
      la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, 
      el sabor del sueño? 
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo. 
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se 
      levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que 
      miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz. 
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, 
      la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo. 
Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles. 
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar. 
Ya los ejércitos me cercan, las hordas. 
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.) 
El nombre de una mujer me delata. 
Me duele una mujer en todo el cuerpo.

Jorge Luis Borges

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