martes, 11 de octubre de 2016

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Estábamos sentadas en un banco, entre sol y sombra. Un techo de hojas verdes y ocres filtraba la dureza de los rayos de las doce de la mañana.
Elvira entonces me miró y me dijo: Te brilla mucho el pelo.
Alargó la mano, que apenas tiembla, y empezó a acariciarme la cabeza con una ternura inesperada. Y además está muy suave, dijo también.
Estuvo  algún tiempo. Notaba sus dedos en mi cabeza y pensaba que algo así debían sentir los animalitos cuando alguien, sólo por bondad amable, los acaricia.
Mientras, yo la miraba. La dejaba hacer. Y no podía parar de sonreír.



4 comentarios:

  1. ¿Los animalitos? ¿Te refieres a que acariciaba los piojos?...jajaja ... es broma :)
    Besos y salud

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  2. pocas cosas hay mas bonitas que hacer muestra de cariño sin necesidad de que medien las palabras

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  3. Es cierto. A veces, hasta sobran las palabras.
    Un besico.

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