Te dicen que esperemos a mañana
porque un día se pasa en un suspiro.
Y tú no sabes ya cómo decirles
que tan sólo una hora, sólo una,
es regalo bendito de los dioses.
Y que sientes que el día es un suspiro
y, sin embargo, te arrolla como un trueno,
y un año, y hasta veinte, ya no es nada
en estos calendarios de la carne.
Tendrías que explicarles -no hay manera-
que tenemos ahora los balcones
cegados en el muro de la vida.
Un día, sólo un día. El tiempo ido
como un conejo blanco sin Alicia,
como un reloj sin números ni cuerda,
como un grano de arena en la tormenta.
Cómo explicarles que un día para ellos
es un día más, brillante como un beso,
y para mí, maldita sea, es un día menos
que me lleva de la mano hacia la noche.
Rodolfo Serrano