Los veo cada tarde, a las ocho.
Aplaudo desde mi terraza del tercer piso y en los bloques que tengo enfrente, en el bajo, ahí están.
Tres niños de diferentes edades sacan los brazos entre las rejas y dan palmas con el entusiasmo de quien acaba de presenciar un espectáculo maravilloso.
Sonríen, gritan, parecen felices. Sus manos, como palomas al vuelo que pudieran remontar y trascender estos tragos de dolor.
Así es cada tarde, a las ocho.
Pajarillos confinados. Y de fondo, su alegría.
Si, pajarillos sin alas... :)
ResponderEliminarBesos y salud
La alegria ....y esperanza de futuro.
ResponderEliminarQue nunca nos falte la esperanza.
EliminarGracias por tu visita.