Los tres sentados en el sofá, muy pegadicos.
Ella, con la imaginación volando lejos, en algún reino de colores pastel, con princesa y unicornio.
El, cantando insistentemente "La vaca Lola" (tiene cabeza y tiene cola, ya sabéis).
Y a pesar del cansancio, toco la felicidad, la saboreo despacio, como esa tarta de chocolate que te comes a cucharadas muy pequeñas para que dure más.
Son momentos envueltos en papel de regalo.
De alguna manera, este tiempo es nuestro y distinto; es íntimo y particular y tierno y poderoso.
Somos más que tres personas de diferente tamaño juntas: estamos surcando la tarde con sutiles aleteos.
Tres mariposas que escapan y ríen en el atardecer.