Fueron necesarias muchas huelgas, muchos enfrentamientos, muchos golpes y heridas.
La gente pasó hambre. Algunos pagaron con su vida la defensa de un trabajo digno, salarios y horarios mas justos. El empedrado de las calles se tiñó de rojo una y otra vez.
Después de tanto tiempo, estamos casi igual. Los que nos pueden ayudar a conseguir una vida mejor, están lidiando a la vez con una pandemia y con la banda tramposa del opresor. Nada hay mas patético que un obrero que lame la bota del que lo pisa. Y además, le vota.
Así que bien poco hemos aprendido. Esta lucha va a seguir para que no nos sigan arrebatando derechos, para que la injusticia social no siga dejando su rastro de víctimas, para no deshumanizarnos mas.
Este año, sin pancartas y sin multitudes, no se nos puede olvidar todo lo pasado. El pasado mas reciente, tampoco.
Como cantaba Facundo Cabral: "Yo tengo dos enemigos, pues dos puntas tiene el mar: el hombre que pisa a otro, y el que se deja pisar".
No vamos a rendirnos, compañeros.
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