Son raros estos días.
Muy despacio, con cautela, volvemos a la normalidad con los pasitos vacilantes de un niño que estuviera aprendiendo a andar.
Ha empezado el calor como suele hacerlo por aquí, de golpe y desmesurado, con temperaturas ya casi de verano.
La gente, en la calle, se olvida a menudo del peligro y se agrupa. Puede más ese hambre de los otros que el miedo al contagio.
Yo miro la vida exterior desde mi casa. Porque tengo muy presente al enemigo, que sigue acechando en cualquier lugar, porque soy consciente de mi fragilidad y mi responsabilidad es estar bien para no preocupar ni sobrecargar a los míos.
Tiempo habrá de salir y abrazarnos. Ahora, en mi terraza, sigue siendo primavera.
Yo estoy más o menos como tú, esperando pero prudente. Un abrazo Sara
ResponderEliminarNo podemos bajar la guardia, no.
ResponderEliminarCuidate mucho, un besico.