De madrugada, las calles de las ciudades parecen
otras.
Los pasos resuenan sobre el empedrado de
diferente forma, como si cobraran algún tipo de vida más allá de la que le da
el cuerpo dueño de esos pies.
No hay gente, la ciudad descansa.
Te sientes como un explorador de otro planeta,
de uno en otra dimensión y que se parece extraordinariamente al tuyo, pero que
no lo es.
Las farolas tienen un halo tenue, porque hace
frío, aunque no demasiado.
Estás bien bajo tu abrigo. El mojito no se te ha
subido a la cabeza y piensas que has de irte a casa, a dormir, porque mañana
madrugas. Pero no te irías. Prolongarías la madrugada aún más, porque hay una
enorme luna, porque amas esa ciudad dormida y por más cosas.
Y agradeces. No dices nada, pero agradeces.
Por el viaje a ese planeta, por que se pueda prolongar, por esas cosas, gracias.
ResponderEliminarEn cada mundo hay muchos mundos.En cada espacio, en cada hora, infinitos momentos.
ResponderEliminarGracias por venir, un besico.
Si, es cierto, a veces nunca llega la hora para irse a casa...o a la cama... jajaja
ResponderEliminarBesos y salud
La hora llega. Las ganas, no. :)
EliminarBesicos, Genin.