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Por fin es otoño, aunque no lo parezca. Temperaturas de treinta grados, como en verano, nos gritan el cambio tremendo que sufre este dolorido planeta.

La rutina (bendita rutina, en este caso) me lleva de nuevo a las clases, las actividades maravillosas que tanto me gustan. La gente querida, algún viaje, cafés y caminatas compartidas... el mosaico que de nuevo se va formando, con el recuerdo reciente del mar, como fondo.

Me he propuesto no abandonar este territorio cálido de mi blog. A ver si es posible.

Me gusta reencontrarme con vosotros.