En el fondo quedaron los nueve pueblos, nueve.
Sus casas, ahora solas, son refugio de peces.
Lucharon, se quejaron, y no sirvió de nada.
El enorme pantano que abrazan las montañas
son las lágrimas verdes de rabia y de nostalgia.
No puede la belleza sofocar esos gritos.
Me declaro culpable, me ha llenado de paz
navegar por encima de tanto sufrimiento.
(Anciles, Escaro, Hueldes, La Puerta, Vegacernega, Pedrosa del Rey, Burón, Riaño y Salio, sepultados por las aguas del pantano de Riaño en 1987)
Sara Royo
Un texto breve pero lleno de ecos. Gracias por recordarnos que también la belleza puede ser un testigo incómodo.
ResponderEliminarGracias a ti, por tu visita y tu comentario.
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