domingo, 22 de septiembre de 2024

Otoño


Ayer aún era verano. Atravesé bosques umbríos, praderas de esmeraldas, ríos constantes. Pasé por meandros de una niebla que nos envolvía con la delicadeza de la leve gasa; vi helechos magníficos, reinando en el suelo propicio. Vi girasoles cabizbajos, hundidos en la pena de los días ya sin su sol imprescindible, todos hacia el mismo lado, como un ejército vencido y triste. Toqué la pared de piedra milenaria de la cueva, respiré su frío y su humedad de siglos, en cuyo aire se sentía el mismo hálito de vida de la gente que primero la habitó. Me asomé a pozas color turquesa que recogen el fruto de altas cataratas,  quizás el hogar secreto de las ninfas del agua, seguramente agazapadas y escondidas entre los líquenes y el musgo, ocultas a nuestras miradas. Paseé por un pueblo de cuento, cuyos habitantes debieron hacer el juramento de dejar morir de sed a los visitantes. Reí, me sentí cómoda y acompañada, presente y plena al lado de las personas que he elegido tener cerca. El último día del verano no pudo ser más bonito.

Y hoy, ya es otoño.
 

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