Había tanta paz...
Un manto infinito de flores fragantes hasta donde la vista alcanzaba, la tierra vestida de morado y verde. El silencio, envolvente, acariciador, apenas agitado por el zumbido, musical y leve de las laboriosas abejas, libando el néctar de la lavanda.
Se sintió nueva y fortalecida, conectada a esa tierra y esas flores. Se sintió tranquila. Se sintió feliz.
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