Los días oscuros en los que una marea negra oprime la garganta.
Un puño de hierro crece en la boca del estómago y toda esa paz, tan duramente conseguida, es un frágil castillo de naipes que se tambalea.
Te das cuenta, con la lucidez de un relámpago, de que todo es fugaz y mutable, de que la vida, tal como la conoces y amas, cambia con un simple chasquear los dedos.
Y ni siquiera son tus dedos.
Estamos conectados. Irremediable e indisolublemente unidos.
Cuánto cuesta, después de todo esto, volver a florecer...
¿Tu crees que se vuelve a florecer?
ResponderEliminarTu dices que cuesta mucho, así que se florece de nuevo...
¡Que bien! :)
Besos y salud
De momento, se va consiguiendo...
ResponderEliminarBesicos, Genin.