lunes, 15 de octubre de 2018

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Qué apetitosa estabas aquel día toda así y qué templado
tu oso de peluche. Delicioso.
La llama de las velas. Tus ojos. Tan lejos...

Te traje de vuelta una y mil veces desde entonces a esta orilla.
Tú desde entonces aún te ahogas mar adentro, a veces
mientras cenamos. 
Yo le doy cuerda a los relojes.
Tú dejas que el silencio te devore.

Pero aquel día-qué milagro-, tu carne y mi carne. 
Hasta que no quedó más nada que lamer del plato.
Desde entonces me dices pon tus manos donde yo pueda verlas.
Yo sueño desde entonces a veces con caimanes.


Billy MacGregor

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