Chispitas. Chispitas de luz. Como minúsculos farolillos o
pequeñas luciérnagas.
Dentro de cada corazón, en algún recóndito pliegue,
aun chisporrotea de vez en cuando ese fuego que creímos haber sofocado. Arde un
poquito, con timidez, sin atreverse apenas a brillar o a dar calor. Se alimenta
de sí mismo, se contiene; busca cualquier pared o muro y se esconde detrás.
Con miedo a crecer, como si no supiera que un
simple soplo de viento puede hacerlo grande, grande; olvidando su propia
fragilidad y el capricho de las estaciones, midiendo cada una de sus llamas.
Chispitas de luz dentro de la torre, en medio
del invierno.
Las noches del frio. Que no son oscuras del
todo. Todavía no.
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