Estábamos sentadas en un banco, entre sol y
sombra. Un techo de hojas verdes y ocres filtraba la dureza de los rayos de las
doce de la mañana.
Elvira entonces me miró y me dijo: Te brilla
mucho el pelo.
Alargó la mano, que apenas tiembla, y empezó a acariciarme
la cabeza con una ternura inesperada. Y además está muy suave, dijo también.
Estuvo
algún tiempo. Notaba sus dedos en mi cabeza y pensaba que algo así
debían sentir los animalitos cuando alguien, sólo por bondad amable, los
acaricia.
Mientras, yo la miraba. La dejaba hacer. Y no
podía parar de sonreír.
¿Los animalitos? ¿Te refieres a que acariciaba los piojos?...jajaja ... es broma :)
ResponderEliminarBesos y salud
:)
ResponderEliminarpocas cosas hay mas bonitas que hacer muestra de cariño sin necesidad de que medien las palabras
ResponderEliminarEs cierto. A veces, hasta sobran las palabras.
ResponderEliminarUn besico.