Súbita escasez de poetas:
no tipos laureados
ni de postín,
sino seres que añoran Palestina.
Pumas desolados exploran el enigma del cielo:
no hablamos de conspiración
o necrosis,
sino de un suceso luctuoso.
Hay quien nos acusa de pesimismo,
de rebeldía,
un delirio de lectores enfermos.
Pero,
dado lo escaso del número
(no consiguen encontrarlos:
tan excéntricos y furtivos),
se celebran simposios en la ONU
y hay quien percibe
(como esos huéspedes que respetan el sueño de los niños)
que los poetas y sus corazones errantes
no se dejarán ver más.
Y que su verbo insolente,
su verbo colosal,
no tallará más estrellas
sobre la cabeza de los pumas.
Miguel Paz Cabanas
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