jueves, 21 de agosto de 2025

Ella y los hombres


Cuando ella tenía cinco años, se enamoró de un hombre que se reía y la abrazaba muy, muy fuerte, que la subía sobre sus hombros y le mostraba el mundo desde allí arriba. Ella pensó que ese hombre era una montaña, y que las montañas no se mueren nunca, y que son el sitio más maravilloso del mundo para mirar la vida.


Cuando ella tenía quince años, se enamoró de un joven que tenía una frente muy, muy amplia y que la tomaba de la mano para conducirla y le decía que el mundo estaba mal hecho y había que cambiarlo. Ella pensó que ese joven era como las espadas y que las espadas no se mueren nunca y que son el objeto más maravilloso del mundo para cambiar la vida.


Cuando ella tenía veinticinco años, se enamoró de un hombre que tenía una voz muy, muy potente y que le hablaba de lo mucho que sabía y le decía que el mundo era para reproducir la savia y la sabiduría. Ella pensó que ese hombre era como el mar, y que el mar no se muere nunca, y que son el sitio más maravilloso del mundo para reproducir la vida.


Cuando ella tenía treinta y cinco años, se enamoró de un hombre que tenía un brazo muy, muy firme, y que la empujaba casi, subiendo interminables escaleras y le decía que el mundo era un lugar que había que conquistar peldaño a peldaño. Ella pensó que ese hombre era como un viento, y que los vientos no se mueren nunca, y que son el sitio más maravilloso del mundo para respirar la vida.


Cuando ella tenía cuarenta y cinco años, se enamoró de un hombre que tenía un pecho muy, muy sólido y que le ofrecía descansar allí su cabeza y le decía que el mundo era un lugar al que había que enfrentar con serenidad. Ella pensó que ese hombre era como una roca, y que las rocas no se mueren nunca, y que son la materia más maravillosa del mundo para resistir la vida.


Cuando ella tenía cincuenta y cinco años, se enamoró de un hombre que tenía unos ojos muy, muy claros, y que la invitaba a mirar lo que él veía y le decía que el mundo era un enigma que había que descifrar. Ella pensó que ese hombre era como un libro, y que los libros no se mueren nunca, y que son la fórmula más maravillosa del mundo para comprender la vida.


Cuando ella tenía sesenta y cinco años, se enamoró de un hombre que tenía un oído muy, muy fino, que la escuchaba con mucha atención y le decía que el mundo era un lugar por el que había que pasar para llegar a la verdadera vida. Ella pensó que ese hombre era como una melodía, y que las melodías no se mueren nunca, y que son la música más maravillosa del mundo para sentir la vida.


Cuando ella tenía setenta y cinco años, se enamoró de un hombre que tenía una memoria muy, muy rica, y que le decía que el mundo era un lugar en el que ya habían estado, y al que volverían. Ella pensó que ese hombre era como un dios, y que los dioses no se mueren nunca, y que son la idea más maravillosa del mundo para dar sentido a la vida.


Cuando ella tenía ochenta y cinco años, se enamoró de un hombre que apenas veía, apenas oía, casi no caminaba, tenía pocas fuerzas, rara vez hablaba, y no siempre que algo era gracioso se reía. Ese hombre que no se parecía a una montaña ni a una espada, que no era el mar ni como el viento, que no le recordaba a las rocas ni a los caminos, que nada decía que sonara como un libro ni como una melodía; ese hombre que era nada más que un hombre le preguntó quién era ella. Y ella descubrió que no lo sabía.


Aida Bortnik

jueves, 14 de agosto de 2025

...


Yo no soy yo.
Soy este
que va a mi lado sin yo verlo,
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces, olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona dulce cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo muera.

Juan Ramón Jiménez


 

martes, 12 de agosto de 2025

...


  Tal vez,
la felicidad sea esto: 


no sentir 
que debes estar 
en otro lado, 


haciendo otra cosa, 
siendo alguien más.



Isaac Asimov

lunes, 11 de agosto de 2025

...


Hace mucho, mucho tiempo
que nadie
 camina de mi mano
ni yo camino
 de la mano de alguien.
Hoy lo he pensado. 
Y ha crecido, 
dentro de mi
un viento poderoso, 
cálido y fuerte.
Un maravilloso viento
de libertad.

Sara Royo

sábado, 9 de agosto de 2025

No importa


No importa, cariño,
de verdad que no importa,
y no digo
no importa
para herirte y hacerte sentir
que sí que importa,
que la verdad es que importa.
Qué va,
qué va.
Estoy junto a ti
en medio de este vasto empeño
del deseo y la actividad humana,
ensordecido por el ruido
de mi propio corazón.
Retorcido por un apetito
de justicia y de paz,
y te miro a ti,
a la que intenté amar,
a la que intentó amarme,
y nos llega
desde el lugar donde empezamos,
el lugar donde acabaremos,
una voz que incluye
tu voz y mi voz,
y nos
reúne.
Nacemos juntos,
y morimos en brazos del otro,
y suena como una voz poderosa,
o una voz suave,
una voz susurrada,
o una voz atronadora,
sobre todas las cosas,
la voz que más
desesperadamente
anhelamos oír
es la voz que puede perdonarnos,
y dice,
no importa,
cariño,
es la verdad,
la verdad de todo perdón.
Escucha ahora. Escucha desde
el fracaso de tu amor perplejo.
Es la verdad,
la verdad misma
de todo perdón.
No importa, cariño.
De verdad que no importa.


Leonard Cohen

 

jueves, 7 de agosto de 2025

Basta ya


 

martes, 5 de agosto de 2025

...


Súbita escasez de poetas:
no tipos laureados 
ni de postín,
sino seres que añoran Palestina.
Pumas desolados exploran el enigma del cielo:
no hablamos de conspiración
o necrosis, 
sino de un suceso luctuoso.
Hay quien nos acusa de pesimismo,
de rebeldía, 
un delirio de lectores enfermos.
Pero, 
dado lo escaso del número 
(no consiguen encontrarlos: 
tan excéntricos y furtivos),
se celebran simposios en la ONU 
y hay quien percibe
(como esos huéspedes que respetan el sueño de los niños)
que los poetas y sus corazones errantes
no se dejarán ver más.
Y que su verbo insolente,
su verbo colosal,
no tallará más estrellas 
sobre la cabeza de los pumas.


Miguel Paz Cabanas

lunes, 4 de agosto de 2025

Tú, que hieres

 


Arrebatadamente te persigo.
Arrebatadamente, desgarrando
mi soledad mortal, te voy llamando
a golpes de silencio. Ven, te digo

como un muerto furioso. Ven. Conmigo
has de morir. Contigo estoy creando
mi eternidad (De qué. De quién) De
cuando
arrebatadamente esté contigo.

Y sigo, muerto, en pie. Pero te llamo
a golpes de agonía. Ven. No quieres.
Y sigo, muerto, en pie, Pero te amo

a besos de ansiedad y de agonía.
No quieres. Tú, que vives. Tú, que hieres
arrebatadamente el ansia mía.

Blas de Otero

domingo, 3 de agosto de 2025

Vengo de abajo


 

Vengo de abajo,
quizá por eso nunca dejaré a los del barrio.
Tiro hacia arriba,
la pupila del pobre me tiene viva.
Salud, trabajo,
es todo lo que pide el que está abajo.
Le doy cultura,
que aún no sabe leer
con su estatura.
Le leo versos,
al hombre más sencillo
del Universo.

Gloria Fuertes