Es Alcalá y hay cierzo.
Debió venir conmigo
porque en esta mañana
ha azotado mi rostro
como solía hacerlo.
Se ha colado en mi abrigo
y ha llegado a mis huesos.
Será que me lo traje
dentro de algún bolsillo,
en ese pliegue oscuro
que está justo a la
izquierda,
detrás del corazón.
Sara Royo