lunes, 29 de febrero de 2016

Cierzo




Es Alcalá y hay cierzo.
Debió venir conmigo
porque en esta mañana
ha azotado mi rostro
como solía hacerlo.
Se ha colado en mi abrigo
y ha llegado a mis huesos.
Será que me lo traje
dentro de algún bolsillo,
en ese pliegue oscuro
que está justo a la izquierda,
detrás del corazón.



Sara Royo

domingo, 28 de febrero de 2016

...

                                                              (Foto de Pedro Sabalete)




Después de tu amor llegaron otros. Pero nunca
volví a sentir el dulce escalofrío de tus ojos,
la sonrisa que aún llena mis delirios,
ese cálido morir después de haberte amado.

Llegaron ellas, la piel de los amores,
animal estallido de los cuerpos. Los sudores
benditos de la carne y el plácido cansancio
de buscarte sabiendo que no te encontraría.
Barcos perdidos en los puertos de la noche,
veneno del olvido para borrar tu nombre
de todas las paredes, de las calles
donde besaste las líneas de mis manos.
Ninguno como tú. Como tu amor de hierro
y de algodón de azúcar. Ninguna como tú,
como tú eras: un desierto de zorros y de pozos,
asteroide de baobabs, de rosas y corderos.
Porque ninguna andaba como tú, no se movía
ninguna como tú cuando corrías
directa hacia mi encuentro, cuando eras
una palabra saliendo de mi boca.
Por eso en este instante, los años ya vencidos,
te convoco y lenta y muy despacio
digo otra vez tu nombre, el mejor verso
que pudiera mandarte hasta el recuerdo.

Rodolfo Serrano

sábado, 27 de febrero de 2016

Fuego


martes, 23 de febrero de 2016

Dos pétalos de rosa




Ella vino sonriendo.
Tenía en los ojitos
la luz de mil estrellas.
Entonces, despacito,
como quien da un secreto,
puso un beso en la punta
de mi yaya nariz
y otro beso callado
en la piel de mis labios.
Dos pétalos de rosa.
Dos caricias apenas
de su boca a mi alma.
Y entonces todo el día
cobró sentido y forma,
se perfumó mi tarde.
Porque ella es poderosa
y guarda en su bolsillo
la llave de mi risa.


Sara Royo


domingo, 21 de febrero de 2016

Equivocado




El árbol está equivocado.
No, aún no es primavera.

sábado, 20 de febrero de 2016

Tú, que nunca serás


                                                                Foto de Pedro Sabalete








Sábado fue, y capricho el beso dado, 
capricho de varón, audaz y fino, 
mas fue dulce el capricho masculino 
a este mi corazón, lobezno alado. 

No es que crea, no creo, si inclinado 
sobre mis manos te sentí divino, 
y me embriagué. Comprendo que este vino 
no es para mí, mas juega y rueda el dado. 

Yo soy esa mujer que vive alerta, 
tú el tremendo varón que se despierta 
en un torrente que se ensancha en río, 

y más se encrespa mientras corre y poda. 
Ah, me resisto, más me tiene toda, 
tú, que nunca serás del todo mío.

Alfonsina Storni

viernes, 19 de febrero de 2016

Para seguir




Para seguir pintando
una sonrisa en mi cara
para mirar la escarcha
y casi deshacerla.
Apenas poco más
que un toque de ternura
apenas un instante
de choque de planetas.
Es casi primavera
y yo vuelvo a soñar.


Sara Royo



jueves, 11 de febrero de 2016

Y es mar






Hay días así, de lluvia y frío.
Días en los que miras dentro
y hay un agujero gris
que duele y grita.
Un mar entero se escapa por los ojos
y es mar, porque es salado
y es mar porque es inmenso
y es mar porque te ahogas
y es mar porque naufragas.
Es mar porque te arroja
de golpe hacia la orilla
donde, si tienes suerte,
algún abrazo amigo
quizás te arropará.


Sara Royo


lunes, 8 de febrero de 2016

No es que muera de amor...

                                                               (Foto de Pedro Sabalete)






No es que muera de amor, muero de ti. 
Muero de ti, amor, de amor de ti, 
de urgencia mía de mi piel de ti, 
de mi alma, de ti y de mi boca 
y del insoportable que yo soy sin ti. 

Muero de ti y de mi, muero de ambos, 
de nosotros, de ese, 
desgarrado, partido, 
me muero, te muero, lo morimos. 

Morimos en mi cuarto en que estoy solo, 
en mi cama en que faltas, 
en la calle donde mi brazo va vacío, 
en el cine y los parques, los tranvías, 
los lugares donde mi hombro 
acostumbra tu cabeza 
y mi mano tu mano 
y todo yo te sé como yo mismo. 

Morimos en el sitio que le he prestado al aire 
para que estés fuera de mí, 
y en el lugar en que el aire se acaba 
cuando te echo mi piel encima 
y nos conocemos en nosotros, 
separados del mundo, dichosa, penetrada, 
y cierto , interminable. 

Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos 
entre los dos, ahora, separados, 
del uno al otro, diariamente, 
cayéndonos en múltiples estatuas, 
en gestos que no vemos, 
en nuestras manos que nos necesitan. 

Nos morimos, amor, muero en tu vientre 
que no muerdo ni beso, 
en tus muslos dulcísimos y vivos, 
en tu carne sin fin, muero de máscaras, 
de triángulos oscuros e incesantes. 
Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo, 
de nuestra muerte ,amor, muero, morimos. 
En el pozo de amor a todas horas, 
inconsolable, a gritos, 
dentro de mi, quiero decir, te llamo, 
te llaman los que nacen, los que vienen 
de atrás, de ti, los que a ti llegan. 
Nos morimos, amor, y nada hacemos 
sino morirnos más, hora tras hora, 
y escribirnos y hablarnos y morirnos.


Jaime Sabines

domingo, 7 de febrero de 2016

Balada del loco amor

I

No, nada llega tarde, porque todas las cosas
tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas;
sólo que, a diferencia de la espiga y la flor,
cualquier tiempo es el tiempo de que llegue el amor.
No, Amor no llega tarde. Tu corazón y el mío
saben secretamente que no hay amor tardío.
Amor, a cualquier hora, cuando toca a una puerta,
la toca desde adentro, porque ya estaba abierta.
Y hay un amor valiente y hay un amor cobarde,
pero, de cualquier modo, ninguno llega tarde.

II
Amor, el niño loco de la loca sonrisa,
viene con pasos lentos igual que viene a prisa;
pero nadie está a salvo, nadie, si el niño loco
lanza al azar su flecha, por divertirse un poco.
Así ocurre que un niño travieso se divierte,
y un hombre, un hombre triste, queda herido de muerte.
Y más, cuando la flecha se le encona en la herida,
porque lleva el veneno de una ilusión prohibida.
Y el hombre arde en su llama de pasión, y arde, y arde
Y ni siquiera entonces el amor llega tarde.

III
No, yo no diré nunca qué noche de verano
me estremeció la fiebre de tu mano en mi mano.
No diré que esa noche que sólo a ti te digo
se me encendió en la sangre lo que soñé contigo.
No, no diré esas cosas, y, todavía menos,
la delicia culpable de contemplar tus senos.
Y no diré tampoco lo que vi en tu mirada,
que era como la llave de una puerta cerrada.
Nada más. No era el tiempo de la espiga y la flor,
y ni siquiera entonces llegó tarde el amor.



José Angel Buesa

miércoles, 3 de febrero de 2016

Digo

                                                               (Foto de Pedro Sabalete)






Digo que no es bastante
todo lo que he vivido.
Digo que quedan flores,
carreteras, mañanas,
abrazos y tormentas
que mi piel no ha sentido.
Que hay infinitos besos
prendidos de mi boca,
y caricias, y aire,
y lágrimas y miedo.
Digo que quedan cielos
y por contar estrellas.
Digo que no sé nada,
que aún no he aprendido.


Sara Royo