lunes, 25 de octubre de 2010

De mi alienígenalienada infancia


El abuelo se acostaba siempre pasado el filo de la media noche para no cortarse y dormía a pierna suelta pues dejaba la ortopédica apollada al lado de la cabecera de la cama. Perdió la buena volviendo de una de sus cenas espantacruélicas ( Que espantan de lo cruelmente salvajes), en un atasco: se le atascaron las arterias. Ya se lo decía el médico: "No beba y siga una dieta", a lo que él respondía: "No bebo, yo el vino lo mastico y no me salgo de la dieta del bocadillo de tocino, que ya daría yo una pierna por comer de vez en cuando una ensalada de lechuga, una pera, una coliflor, pero siempre he pensado que hay que respetar el paisaje, no cometer la gamberrada de alimentarse de él".Y una pierna dio.Tras la operación quiso denunciar a los médicos cuando le dijeron que habían incinerado su pierna, él ya contaba con ella para llevar a casa algo que echarle a Pantallita en el arroz. Pantallita era nuestro perro, siempre estuvo más delgado que el flaco favor de un mal amigo.El nombre se lo puso el abuelo el día que lo trajo a casa.- ¡Abuelo, abuelo, qué bonito! ¡¿Cómo se llama?!- No tiene nombre todavía, habrá que ponérselo.- ¡Tobi, Tobi!- ¿Tobi? ¿Qué nombre es ese? No me seas americano que te pego una torta, "Tobi" no tiene ni pies ni cabeza, es nombre bueno para una lombriz, no para un perro.- Que sí, abuelo, "Tobi", porque es muy pequeñito, no llega al "Tobi-llo".- ¿De dónde sacas tú esas tonterías? Hay que ser más serio, Pedrín, que ya tienes 8 años. Le llamaremos "Pantallita", porque la pantalla de la tele tiene 42 pulgadas y este, como sólo tiene una, se queda en "Pantallita".Y acertó, porque sufría de pulgas crónicas, no había producto que se las quitara, llegué a mirarlas con una lupa por ver si llevaban mascarillas puestas y con el tiempo terminé por creer que eran de plástico, se las había puesto con pegamento algún bromista antes de llegar mi abuelo a la perrera y que el chucho se arrascaba por hacerse el interesante.Pantallita era un perro tan bueno que no lo sacábamos al campo porque le mordían las ovejas, pero tan vago que en lugar de enseñarle a hacerse el muerto le enseñé a hacerse el resucitado para que se moviera algo. Lo de ir a buscar el palo lo dejé por imposible, se me hacía el tonto, daba un paso, cogía una hierba con la boca y se me quedaba mirando con cara de "¿Era esto lo que tiraste, no?" Lo de dar la patita fue capítulo a parte que me costó una bofetada, no había forma, el pulgoso arrascaba el suelo, levantaba un poco la pata y la volvía a posar, y justo aquel día que volvió el abuelo del hospital se me ocurre decir "Mira al abuelo, Pantallita, él si que sabe dar la pata, que vuelve a casa sin ella". Pues sí, la única orden que obedecía bien era la de "¡Quieto!", una vez se la di antes de irme un viernes de campamento y cuando volví el domingo le encontré en la misma postura y deshidratado.Pantallita murió por culpa de la bebida: le calló sobre la cabeza el garrafón de vino de mi abuelo, que en un tropiezo etílico se le escapó de las manos sobre la cabeza del animal.Le enterramos en el huerto junto a las berzas, "Para que abone", dijo mi abuelo, que siempre había sido un hombre muy práctico; rezamos un "Perro nuestro que estás en los cielos", mi abuelo se emborrachó por razones medicinales, para superar el sentimiento de culpa y yo me puse en la manga el collar del perro, casualmente de color negro luto.La verdad es que no las tenía todas conmigo:- Abuelo, ¿no irán las berzas a saber a perro, no?- La verdura siempre sabe a perros, Pedrín, es igual con qué la abones.- Pues a mi me gusta.- A ver si me vas a salir verdulero, que a maricón solo hay un paso, que se empieza por una col y se termina por un pepino.- ¿Qué es "maricón", abuelo?- Uno que planta el nabo donde hay demasiado abono.- Ah. Pues se le pudrirá, ¿no, abuelo?- Ojalá. Y no preguntes tanto, que me pones negro.- No abuelo, eso no, yo te quiero como eres: rojo.- ¿Qué rojo ni qué perro muerto? ¿Quién me dice "Rojo" a mi?- La abuela, y que el vino no se te sube a la cabeza, que se te queda todo en la cara, que te cabe, y que llevas en ella dibujado el mapa de La Rioja.- A la abuela ni caso, nada más que lo justo para vigilar donde esconde las botellas del abuelo.- Abuelo...- ¡¿Queeeeeeeeeeeee...!? ¡Joder, qué niño más pelma!- ¿Las caniquitas también las tienes rojas?- ¿Qué?- Es que en la catequesis le pregunté a Don Alfredo si alguna vez se había caído por un barranco, porque tú dices siempre que los únicos curas que te caen bien son los que caen por un barranco, y Don Alfredo respondió "El rojo de los cojones de tu abuelo un día va a tener un disgusto conmigo".- ¿Y quién te ha enseñado lo que son los "Cojones".- Tú, abuelo.- ¿Yo?-Sí, aquel día que dijiste "Mira Pantallita qué vago es, se tumba con el hocico pegado a los cojones para no moverse si le pican y se los tiene que arrascar con los dientes".- Pues a ver si escuchas menos lo que dice el abuelo, y a los curas menos caso que a la abuela, Pedrín: No te fíes nunca de alguien que con un solo vaso de vino que se toma se pone ya a repartir hostias a todo quisque y dentro de la iglesia, que es más pecado.-Ah... Y... Y... ¿Por qué la abuela te llama "Viejo verde", abuelo?- Por no llamarme "Hierba seca", Pedrín, y anda, trae el tocino, el pan, la botella y la navaja, que se le pasan las 11 al abuelo y luego no es persona. Y vete a jugar por ahí, no molestes más en casa.En fin, ¿para qué desobedecer cuando a uno le mandaban a jugar? Así pasábamos los días allá en mi planeta. Qué nostalgia.





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miércoles, 20 de octubre de 2010

Para leer en forma interrogativa


Has visto
verdaderamente has visto
la nieve los astros los pasos afelpados de la brisa
Has tocado
de verdad has tocado
el plato el pan la cara de esa mujer que tanto amàs
Has vivido
como un golpe en la frente
el instante el jadeo la caìda la fuga
Has sabido
con cada poro de la piel sabido
que tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazòn
habìa que tirarlos
habìa que llorarlos
habìa que inventarlos otra vez.


Julio Cortázar


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sábado, 9 de octubre de 2010

Aragón



Ni la persistente lluvia impide q hoy Zaragoza arda en la primera noche de los Pilares. Toda la gente q llena la Plaza del Pilar, con paraguas o sin él, tiene el corazón rebosante de alegría. Empiezan las fiestas, y no solo de esta ciudad, sino de todo Aragón.

Felices fiestas, para todos.

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lunes, 4 de octubre de 2010

La marea